Tuesday, December 23, 2014

Simposio Latinoamericano de Letras


En el país donde nací y crecí no había cultura de gente joven trabajando. Trabajar antes de graduarse de la universidad indicaba que tus padres sufrían de problemas económicos y en la cultura latinoamericana eso es mas una verguenza que una virtud. Pero en algún verano de mi época universitaria la novia de mi hermano me ofreció un trabajo para ser voluntaria en un simposio latinoamericano de letras. Como el trabajo era voluntario, sin paga, estaba "bien visto".

El trabajo era en la Casa Nacional de las Letras Andrés Bello, mejor conocida como la Casa Bello. Ubicada en el centro de la ciudad de Caracas, de Mercedes a Luneta, prácticamente al lado del Panteón y de la Biblioteca Nacional, estaba a escasos 2.5 kilometros de mi casa, lo que me permitía ir a almorzar para regresar en la tarde.

La casa era una hermosa casa colonial en la cual durante mis descansos laborales me iba a curucutear los rincones de ella. Había un cuarto lleno de vitrinas hermosas cerradas con libros mas hermosos aún que no se podían tocar. Era la biblioteca donde me embelesaba como niño chiquito acercandome a la vidriera para contemplar libros y archivos históricos que parecían rendirle un culto a lo sagrado.

El movimiento en la casa para la preparación del simposio era impresionante. Entraban y salían figuras importantes de las letras venezolanas, evaluaban con los coordinadores la logística de los viajes, del traslado de los invitados, y de los talleres. Yo mientras tanto seguía instrucciones, escribía nombres y direcciones, metía tarjetas en ellos, sellaba los sobres, tachaba el nombre de la lista, y ponía el sobre en la bandeja de salida.Cuando ya todas las invitaciones fueron enviadas ayudaba en lo que me mandaran a hacer. Me gustaba el ambiente, la organización, y me emocionaba que podría conocer a letrados de otros paises.

El simposio estaba planificado en los salones de eventos de Parque Central. Mi asignación para al día de la inauguración, fue ayudar con el registro de los participantes y proveerlos con sus tarjetas de identificación. Agradecida por mi buena memoria, recordaba cada uno de los nombres de las tarjetas que había enviado y sonreía para mi misma.

Pude atender algunos de los talleres pero no tengo mayores recuerdos de lo que se hablaba. Lo que mas me quedó de esta primera experiencia laboral fue la apreciación por los organizadores del evento quienes alcanzaron con éxito la meta de traer a ilustres de las letras del continente para discutir las tendencias de este arte. Pude igualmente apreciar cuán dificil y complejo es organizar un evento de esa magnitud. Yo solo seguía órdenes específicas, pero aprecio que mi bella caligrafía Tarbesiana, modestia aparte, me haya procurado un trabajo, el cual fue escribir los sobres de las miles de tarjetas de invitación para todos los literatos del continente latinoaméricano desde México hasta la Argentina.


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