Tuesday, December 30, 2014

Un Desayuno Sencillo

Acababa de correr 8 kilómetros y aún no había desayunado. Cogí una toronja del recipiente de frutas y saqué dos huevos y una lonja de queso suizo de la nevera. Mientras freía los huevos, cortaba la toronja en cuartos. Le quité la piel. Puse la lonja de queso sobre los huevos medio cocinados y tapé la pequeña sartén de teflón. Sería un desayuno sencillo en un día calmado de vacaciones. Tenía mucha sed y hambre.

Coloqué los huevos cubiertos por el queso derretido en un plato, con la toronja a un lado. En un platico mas pequeño puse un manojo de almendras.

Apenas pinché los huevos con el tenedor, corrió sutilmente en el plato la yema líquida, con ese amarillo que tanto me gusta. Me llevé un trozo de huevo a la boca mientras los hilos de queso jugaban con mi tenedor.  Una vez mas pensé en esa mezcla de colores que tanto me gusta y que me recuerda mi época universitaria porque me vestía mucho con esa combinación, blanco y amarillo. Combinación de huevo frito.

Noté que le faltaba sal a los huevos. Claro, no le había puesto ni una pizca. En el apuro del hambre pensé que el queso le daría el toque de sal que necesitaba, pero el queso suizo es mas bien dulzón. En vez de pararme para coger la sal del mostrador, seguía comiéndome los huevos, saboreando la textura de la yema, de la clara perfectamente cocinada y del chicloso efecto del queso fundido en mi boca. Pensaba repetidamente que la razón para no buscar la sal es porque ésta caería encima del queso en vez de los huevos, y los huevos seguirían sin sal.  Que mas daba, ya no quedaba ni medio huevo.

Calmaría mi sed con la toronja de gajos color rojo rubí, de ahí su nombre. Los gajos eran tan jugosos que se me chorreaba el zumo entre los dedos cuando los separaba y una vez que los mordía, el jugo salía disparado dentro de mi boca en todas direcciones. La acidez de la fruta me hacía fruncir la parte interna de mis cachetes y medio cerrar los ojos mientras me preguntaba de nuevo porqué me encantarán tanto los frutos ácidos.

Por último me comí mi manojo de almendras. Estaban crocantes y escuchaba con atención el sonido crujiente de las almendras que poco a poco eran trituradas por mis molares.

Viendo mi plato ya vacío, tomé una botella de agua para beberla con el afán que tiene alguien que se encuentra por primera vez en frente de una fuente de agua fresca. Estaba a temperatura ambiente como a mi me gusta y mientras corría y humedecía cada rincón de mi boca y mi garganta, yo desaprobaba la enseñanzas de mis clases de ciencia con respecto a que el agua es insabora; para mi es el líquido mas exquisito que existe, tiene sabor a gloria. Las gotas que quedaron afuera en los labios y en el surco nasolabial fueron cautelosamente recogidas con la lengua para completar mi sencillo pero satisfactorio desayuno.

Un deleite anual

Cuando me despierto al mediodía, por lo general como almuerzo de desayuno. Hoy en particular me provocaron hallacas. Como es tradición en mi casa, si hay hallacas en la nevera, no se cocina otra cosa. Amo las hallacas, amo el proceso de hacerlas y más aun el proceso de comerlas. La tragedia de chiquita era comerme uno los cubos de tocino que le ponía mi abuela a las hallacas. Por eso, cada hallaca de mi infancia necesitaba inspección y disección meticulosa con un tenedor.

Hoy en día soy vegetariana y no le pongo cochino a mis hallacas, así que la tragedia de mi infancia ha sido superada. No necesito inspeccionar mis hallacas porque sé exactamente qué hay en ellas. A mi mamá le queda la masa perfecta, y el guiso, aunque vegetariano, huele y sabe como Scanonne manda.  Siempre me han encantado los adornos y por lo general le pongo más de lo indicado. Encontrar almendras y aceitunas en cada bocado es mi parte favorita. Por lo general una hallaca es del tamaño de una mano, pero este año nos quedaron de todo tipo, grandes y pequeñas. Culpo las hojas de plátano, que aunque eran hermosas, estaban demasiado tiesas para cooperar conmigo a la hora de amarrar. Tuve que depender del papel aluminio un poco más de lo deseado este año, pero ni modo, no hay que darse mala vida cuando las cosas no pasan como deberían.

Las hallacas quedaron divinas, un poquito dulces porque se nos pasó el papelón, pero un deleite igualmente. Es uno de mis platos favoritos y creo que el tenerlo una sola vez al año añade a la anticipación de la divertida creación y el delicioso sabor.

-Vita Armador

Comer o no comer

Siempre me ha gustado la cocina.  Soy una chef autodidacta, que cocina con gusto y por amor.  Siempre he pensado que el mejor condimento de un plato es una gran dosis de amor.  Amor por lo que estás preparando, amor para quien lo estàs preparando y amor, porque es la esencia de tu vida.

Por años he disfrutado cocinando e invitando a mi familia y a mis amigos a comer en casa.  Desde que hago la invitaciòn, comienzo a preparar los planes, de lo que voy a servir, la entrada, el plato principal y el postre. Además, què mantel pongo, que vajilla, que copas, que vino, en que rinconcito del salòn coloco las velas para que la velada sea hermosa con la luz que proyectan las velas.

Desafortunadamente desde hace un tiempo, en el sitio donde vivo, la inseguridad impera y hemos tenido que dejar de invitar de noche para hacerlo en horas del almuerzo. Pero ya no es lo mismo. Si lo es, en cuanto a la preparaciòn de platos, vajilla, etc., pero no a la iluminaciòn. Mi apartamento de dìa es sumamente soleado y las ventanas al tenerlas abiertas el sol lo inunda todo, quitàndole romanticismo a todo.

Aparte de esto, no me he sentido muy bien de salud.  El dolor de espalda me agobia y he perdido la alegrìa de hacer planes para invitar a comer.  He perdido el apetito, no me provoca comer, pues ahora ni siquiera me hace ilusiòn cocinar.

Por ejemplo, ahora, en este momento, haciendo un gran esfuerzo, para no seguir perdiendo peso, me he preparado y tengo servido en mi plato, una pechuga de pollo a la plancha, unas papas y zanahorias hervidas y todo esto me parece un plato de hospital. Cierro los ojos, me introduzco un pedacito de pollo y un trocito de papa y haciendo un gran esfuerzo me lo trago. Todo me sabe horrible, no le siento la sazón que antes le impregnaba a mis comidas. Y me pregunto, ¿Qué se hizo de la mujer amante de la cocina, para la cual cocinar era uno de sus màximos placeres? A donde fue a parar? La verdad es, que no tengo respuesta.

Thaitin Marin



El pez sapo de Falcón

Los viajes con mi mamá siempre han sido mis favoritos. Sin importar si eran largos en el exterior o imaginarios en el patio de nuestra casa, ella siempre se encargaba de que nos divirtiéramos. Este viaje en particular fue a Falcón. Mi papá estaba trabajando por allá, y nosotros fuimos a pasar unos días con él. Falcón es el tipo de lugar donde hace calor todo el tiempo y hay arena en todas partes.

Un día, mientras mi papá trabajaba, fuimos a explorar la costa en busca de una playa desierta. No estoy segura por qué no íbamos a alguna playa conocida, pero la aventura era emocionante. Nos paramos en un par de playas que obviamente no estaban a la talla porque seguimos de largo. Cuando llegamos a ésta, mi hermano y yo ya estábamos cansados del carro y queríamos meternos al agua, así que mi mamá asintió.

En esta playa no había un alma. Eramos mi mamá, mi hermano, las algas y yo. Nunca había visto una playa con tantas algas. Verdes y babosas, se nos enredaban en los tobillos al caminar en el agua. Al principio me dio asquito, pero jugando con mi hermano se me olvidaron las matas. Teníamos una tabla corta, y nos turnábamos arrastrando al otro. No suena súper divertido, pero nos entreteníamos de lo lindo. Mi hermano y yo siempre nos entreteníamos fácilmente. Me tocaba a mi arrastrarlo por ese monte submarino cuando de repente solté la cuerda y pegué un grito.

Mi mamá estaba en la orilla a unos cien metros y corrió hacia nosotros mientras mi hermano trataba de sacarme del agua. Solo recuerdo que me metieron en la maleta de la Caribe y todavía tenía algas pegadas en los pies. Mi mamá encontró un hospital que yo sentí era gigante, pero habré visto no más de cinco personas. Le dijo a mi hermano que se quedara conmigo para asegurarse que usaran jeringas nuevas y ella desapareció no sé a dónde.

Usaron una jeringa nueva, dos para ser más exacta. Me inyectaron no sé qué, sin presencia de un adulto y sin consentimiento alguno. Le informaron a mi mamá que lo más probable era que me había mordido un pez sapo. Mi mamá me sacó en brazos de ese hospital desierto y fuimos a almorzar con mi papá. Toda esa aventura en una sola mañana. Me quedó una pequeña cicatriz, que se ha disminuido con los años, pero sigue ahí como recuerdo. Así fue como me marcó el pez sapo de Falcón.

-Vita Armador

Monday, December 29, 2014

Mi Hermosa Burbuja Infantil

No pude tener una primera infancia mas hermosa. Vivíamos en una avenida residencial muy tranquila, con una isla en el centro llena de árboles.  La estación parecía ser eternamente primaveral, con sus ocasionales y bien anunciadas lluvias.

Mis mañanas empezaban con la ducha, donde era mi papá quien me ayudaba. Después de salir de la regadera me envolvía en una toalla inmensa para calentarme, me embojotaba en la alfombrita del baño y me daba palmaditas en la espalda para calentarme. Mi papá se iba con mis hermanos y los llevaba al colegio. Mi mamá había decidido que yo era muy delicada de salud, y en vez de atender el pre-escolar, tuve desde los cuatro hasta los seis años una tutora particular, la Sra. Maté, quien vivía en el edificio de al lado y me daba clases de 9 a 11 de lunes a jueves. Me enseñaba a leer, escribir y matemáticas. Recuerdo mis clases con claridad. Don Quijote de la Mancha, y sumar, restar, multiplicar, y dividir. La casa de la señora Maté era oscura y los muebles eran pesados y rimbombantes. Recuerdo el arreglo de éstos en la sala y el comedor. También recuerdo con claridad cuando ella entraba en la cocina para traerme unas galleticas en mi recreo privado, donde no hablaba ni jugaba con nadie porque yo era la única alumna. Me comía mis galletas con atención y sin moverme de mi silla.

Después que mi mamá, siempre elegantemente vestida, me buscaba, íbamos de compras al abastos, a la frutería, a la pastelería o a comprar flores. Todo quedaba cerca. Los días los recuerdo soleados, hermosos y cálidos. Aquellos días cuando llovía con intensidad, nos quedábamos en la casa, y yo me sentaba en el balcón a escuchar y ver caer la lluvia cosa que me causaba gran fascinación. Las tardes las pasaba jugando con mis juguetes, o siguiendo a mi mamá por toda la casa. Al final del día cuando llegaban mis hermanos del colegio y mi papá del trabajo nos sentábamos todos juntos para cenar. Era la única parte del día que me fastidiaba un poco ya que no me gustaba comer. A veces, me dejaban sentada por horas hasta que terminara de comer, mientras me pasaba la comida de un lado de la boca al otro y decía “esto tiene rojo, esto tiene verde” separando los pedazos de pimentón o tomate a un lado. En algún momento de la noche, mi mamá se obstinaría de verme allí con un plato lleno de arroz desperdigado para que pareciera menos, y lo rojo y verde en las orillas del plato.

Puedo decir sin que me quede alguna duda que siempre fui feliz. El único momento de tristeza que mi mamá me ha contado pero yo no recuerdo, es cuando murió mi abuelo paterno. Mi papá se ausentó por varios días para viajar al entierro y yo dormí con una foto de mi papá debajo de la almohada sin hablar ni una sola palabra hasta el día que mi papá regresó. 

Nuestro hogar era pequeñito y acogedor, mi mamá y mi papá me consintieron siempre, e invariablemente, con sol o con lluvia, viví mi primera infancia dentro de una hermosa burbuja de eterna felicidad.

Recuerdos de mi niñez

Cuando era pequeña mi papà y mi mamà se separaron.  La vida dulce de una familia de tres, en una linda casita, ubicada en una hermosa calle de la ciudad, se terminò. Aun recuerdo y visualizo el patio de mi casa, plantado con matas de papayas y guayabas, y las maticas de las buenas tardes,  que se abre de tarde y se cierra de noche,  cuando recuerdo a mi mamá regando todas las tardes ese hermoso patio; los vecinos nuestros y sus hijos que eran mis amiguitos, todo eso desapareció como por arte de magia, pues tuvimos que abandonar la casa y mudarnos. Mi mamà y yo nos fuimos a vivir con una tìa abuela y mi papà a casa de sus hermanas, mis tias. Mi casita,  mi cuarto, mis juguetes, todo quedò atràs. Ya no tenìa amiguitos pues a donde fuimos a vivir no habìan muchos niños.

Sin embargo, mi papà me iba a buscar los sàbados y me llevaba al caño del rìo y me compraba un pancito dulce para que yo se lo tirara a los peces.  Para mì era lindo ver las cabecitas de los peces subiendo a la superficie para atrapar aquellos pancitos. Luego, al terminar, mi papà me llevaba a un negocio de unos turcos y me compraba pistachos y luego cocinaba pasta italiana para almorzar. Cuando por la nochecita me regresaba a casa, mi mamà me preguntaba si mi papà no había enviado dinero para mi manuntenciòn.  Como no me habìa dado nada, un sentimiento de culpa me embargaba y ese sentimiento siempre se me quedò en el alma.

Pasò el tiempo, y mi papà se muriò. Fue una muerte tràgica, porque se suicidò.  Aparentemente sintiò que habìa perdido la batalla de ser un buen esposo y un buen padre y tomò esa determinaciòn. Nunca olvidé a ese padre amoroso para mi, pero irresponsable que no supo hacer feliz a mi mamá y que por no hacer frente a la vida se suicidò.

Luego crecì, mi pensamiento era que apenas me graduara, comenzaaria a trabajar y mi mamà y yo nos mudarìamos a un departamento para nosotras solitas y serìamos al fin independientes y felices. Pero no fue asì. Mi mamà se volviò a casar,  y otra vez volví a sentir que la vida no querìa que fuera feliz.

Ahora, despuès de años y años, cuando tuve muchas cosas que querìa tener y no tuve lo que quise haber tenido, me pregunto: Dónde se quedò esa niña que primero fue feliz, luego se sintió desvalida y al fin trató desesperadamente de luchar  para conseguir lo que querìa?

Thaitin Marin

Gritos en la oscuridad

Tenía todo el día sintiéndome extraña. Ese sentimiento que nace en la panza, se aprieta en el pecho y te paraliza en la garganta. Sentía que algo andaba mal, pero no estaba segura de qué. Salí de la oficina para terminar de trabajar desde la casa. Tenía demasiados papeles que revisar y no quería quedarme en la oficina hasta tarde. Mientras manejaba sentía que alguien me estaba siguiendo, pero siempre que revisaba el retrovisor, la calle estaba desierta. Marcos estaba de viaje, y los chamos estaban con su abuela. Me estacioné justo cuando empezó a lloviznar. Corrí hasta la puerta y me di cuenta que no tenía la llave pasada. Nunca dejo la casa sin pasar la llave, pero supongo que esta mañana se me olvidó.

Quería meterme a bañar y pasar un rato relajada sin pensar en nada. Abrí el agua caliente y fui a la cocina a servirme una copa de vino. Habían anunciado que venía una tormenta y la llovizna ahora se había convertido en un aguacero. Fui a cerrar la ventana, que no sé por qué estaba abierta, y me di cuenta que las matas no estaban como las había dejado esa mañana. Empecé a preocuparme otra vez, pero decidí mantener la calma. Con la lluvia tan fuerte, lo más razonable y seguro era quedarme en casa.

Me metí a bañar y fácilmente me quedé dormida. Me desperté con un sonido fuerte, pero no supe si fue dentro o fuera de la casa. Seguía tratando de despertar completamente cuando las luces empezaron a titilar y acto seguido todo estaba oscuro. El corazón me empezó a latir fuerte y rápidamente, y me congelé en el agua tibia. El ruido de la lluvia era ensordecedor, al punto que casi sentía silencio. La oscuridad era absoluta al igual que mi pánico. Escuché como se abría la puerta del frente y sin darme cuenta empecé a llorar. Quería pasarle seguro a la puerta del baño, pero no me atrevía a salir de la bañera. Oí pasos que se acercaban, eran lentos pero firmes. Me mantuve lo más inmóvil que pude con la mirada fija en nada en particular cuando la perilla comenzó a girar lentamente. No supe qué hacer si no gritar a todo pulmón.

Me desperté gritando y sudando frío. Marcos estaba a mi lado tratando de calmarme. Tengo que admitir que es la peor pesadilla que he tenido en mi vida.

-Vita Armador

Sunday, December 28, 2014

Aquellos Ojos Verdes

Mi enfermedad me tenía agotada. Mis niveles de oxígeno en la sangre continuaban bajando y me costaba demasiado respirar. Mi estado aún no se consideraba grave pero decidieron trasladarme a Nueva Orleans a una de los mejores clínicas del país. No se perdían las esperanzas de que sus especialistas me proveyeran de un mejor tratamiento antes de que mi situación se complicara mas.

Durante el registro me asignaron a una enfermera originaria de la India, llamada Rohini, de tez oscura y ojos verdes. Percibí una rara sensación en su presencia. El verde de los ojos era tan claro que parecían transparentes causándome un efecto estremecedor. Ella chequeó todas mis formas,  y me citó para el día siguiente a las 7 de la mañana. Cuando me entregó mis documentos noté sus uñas extremadamente largas; “curiosas manos para una enfermera” pensé para mi misma.

La clínica tenía un área anexa tipo hotel con habitaciones privadas para familias y pacientes que necesitaban chequeo diario pero no hospitalización. Este anexo se conectaba a través de un pasillo largo con ventanas que iban de techo a piso e iban escoltadas por líneas de inmensos árboles que rodeaban el hospital. La habitación que me asignaron era espaciosa, con una pequeña sala, cocina, su baño privado y dos camas individuales.  Con todo y mi dificultad respiratoria el cansancio del viaje me derrumbó y me quedé dormida en menos de 15 minutos. Eran aproximadamente las 11 de la noche.

A eso de la una de la madrugada me desperté con un ruido en la ventana contigua a mi cama; había mucho viento y supuse que una rama habría golpeado el vidrio. Unos segundos mas tarde el mismo sonido se escuchó pero esta vez en la puerta del cuarto. Un poco asustada me puse en actitud de guardia pero cesó el zumbido del viento y todo regresó a la calma. Sin embargo, al intentar dormirme de nuevo, comenzó una lluvia torrencial.

Todo el hospital perdió electricidad. La noche no podía ser mas oscura y tormentosa. La única luz disponible era la de los relámpagos que se veían caer en los jardines del hospital y hacía que los árboles parecieran figuras gigantes temblando con movimientos violentos. El aguacero era tan apoteósico que se sentía como si el cielo se estuviera abriendo y partiendo en dos inmensos pedazos. El ruido de los truenos era ensordecedor. Súbitamente, todo se calmó de nuevo. Paró de llover, cesaron los relámpagos. 

Todo se encontraba en completa oscuridad y absoluto silencio cuando escuché un susurro ahogado afuera de la habitación. Era un lamento que parecía salir del fondo del alma de quien los emitía. Yo estaba completamente aterrorizada y aunque no me atrevía a moverme sentí una fuerza externa que me levantó de la cama; me dirigí hacia la puerta caminando lentamente, casi en trance. Los susurros continuaban, ahora murmurando mi nombre repetidamente atrayéndome con la fuerza del vacío. Sentí que algo se apoderaba de mi cuerpo. Me dirigí convulsionando hacia un pequeño punto de luz que venía del visor de la puerta. A través de éste, un agudo y brillante destello me penetró la mirada violentamente y me cegó. El destello provenía de aquellos ojos verdes; de un verde tan claro que era casi transparente. 

El pestillo se empezó a deslizar, se abrió la puerta y entró Rohini con una sonrisa diabólica. Clavándome sus uñas afiladas me arrancó los ojos y susurrándome al oído me dijo “tranquila, pronto podrás respirar, no podrás ver, pero podrás respirar”.


- Urrutia Del Palmar

Terror en el sòtano

Ese día habìamos salido felices de casa del mèdico.  Los exàmenes diagnosticaban que estaba embarazada y de gemelos.  Todo parecìa sonreirnos.  Vivíamos en un lindo apartamento rentado en plena ciudad, el cual habìa yo decorado con esmero y amor.  Ahora ya me veìa saliendo de compras para ir adecuando el otro dormitorio para un cuarto con dos cunas.   Sabìamos que serìan varones los dos y eso nos aliviaba un poco, pues nos dedicaríamos únicamente a un cuarto  para ese sexo, pero con dos bebitos. Estábamos tan entusiasmados que nos detuvimos en un restaurante a comer.  Hoy no cocinarìa, hoy Gerardo tomaría una bebida y yo un jugo de frutas y comeríamos a lo grande para celebrar la gran noticia.

Una vez llegados a casa, faltó tiempo para llamar a nuestras respectivas familias que vivían en otra localidad y tanto la familia de Gerardo como la mìa,  quedaron encantados con la noticia.  Los consejos llovieron por toneladas de parte de las futuras abuelas:  A cuidarse, a comer bien, a no hacer esfuerzos, a buscar ayuda doméstica, etc., etc.

Mientras me estaba cambiando en el dormitorio oí el timbre del teléfono y a Gerardo que contestaba.  Lo oí que hablaba sin mucho entusiasmo y pensé quien sería el que estaba llamando.   Cuando llegùe al saloncito ya había colgado y lo notè serio.  Le pregunté que quien habìa llamado y me contesta.  No lo vas a creer.

El dueño del apartamento, cuyo contrato vencerìa en un mes lo habìa llamado para decirle que no podìa renovarlo, pues un hijo suyo se iba a casar y se lo iba a ceder.Me quedé helada.  Sin saber què decir.  Y ahora, con los niños en camino, la escasez de vivienda, que harìamos?.  Gerardo me dijo, no te preocupes ya lo resolveré.

Esa noche no dormì tambièn como pensaba.  Se esfumaba por completo la decoración que habìa pensado para el otro dormitorio. Por la mañana Gerardo se fue al trabajo y yo me ocupè, sin mucho entusiasmo de las labores del hogar, que ya pronto no serìa el nuestro. Todo ahora era distinto. Mi casita linda, decorada por mi, ya no lo serìa màs. Como a las tres de la tarde me llama Gerardo entusiasmado y me dice:  Ya todo està arreglado. En las afueras de la ciudad, el tío de su jefe acaba de heredar una propiedad y como por el momento no sabe què hacer con ella, ha pensado en rentarla.  Eso si, no està cerca del centro sino un poco alejada, detràs hay un hermoso lago cercado, muchos árboles y me dice que es un paraje muy hermoso.

Ese sábado por la mañana temprano salimos Gerardo y yo hacia el lugar indicado.  Verdaderamente, el paisaje era hermoso, un lago, cuyas aguas parecìan un espejo circundaban el camino.  Vimos varios letreros y llegamos a uno que decìa Villa Hermosa.  Esa era la direcciòn que nos habìan dicho.  Entramos por un camino angosto y un poco tortuoso, oscuro, pues los árboles hacìan como una bóveda sobre èl,  y llegamos a la casita.
A la misma le faltaba un poco de pintura.  Subimos las escalinatas hacia el porche y con la llave que le dieron a Gerardo entramos a la casa.  Esta se componìa de una sala grande, un comedor y una hermosa cocina y un bañito auxiliar.  Luego una escalera llevaba al segundo piso donde habìan tres hermosos dormitorios con amplias ventanas y dos baños completos.  Me entusiasmè mucho pues pensé que en su debido momento nuestros familiares podrìan visitarnos ya que habìa un cuarto de huèspedes.  Bajamos de nuevo al primer piso y entramos a la cocina.  Hacia un lado habìa una puertecita.  La abrimos y vimos unas estrechas escaleras que bajaban al sótano.  Descendimos para verlo y de pronto sentì como un escalofrío.  Era oscuro, las ventanas eran altas y estrechas, estaba sucio, desordenado y parecìa que allì no hubiese estado nadie. Pero como estábamos entusiasmados, comenzamos a planificar.  Buscarìamos a una persona que limpiara la casa, ventanales, pintara lo que hubiese que pintar.  Volvì a imaginarme mi nueva decoraciòn acorde a aquella casa campestre y volvì a sonreir.

La persona que se contratò era un viejo que siempre habìa vivido en esa zona, una de esas personas habladoras y una tarde,  mientras le servìa cafè y galletas me dijo que varias de esas casas estaban construidas sobre un viejo cementerio, que habìan rumores de que muchas personas habìan desaparecido.  No le hice mucho caso, pero evitaba bajar sola al sòtano, pues había algo allì que me sobrecogía. Algunas veces me parecìa oir ruidos y pasos, pero le restaba importancia. Cuando le decìa a Gerardo èl me decìa que era mi estado que me hacìa sentir asì.

Tres semanas despuès estàbamos mudados.   La casita estaba pintada, y yo habìa comprado metros y metros de tela para hacer cortinas para los diferentes ambientes.  No tenìamos vecinos cercanos, lo que hacìa que me sintiera un poco solitaria.  Todo el dìa lo pasaba en mis oficios, leyendo, y esperando que Gerardo llegara para disfrutar de su compañìa.

Era el mes de noviembre y ya comenzaba el mal tiempo. Una tarde, como a las 6 me llama Gerardo y me dice que estaba atrapado por un vendaval y se había desbordado una presa y no podìa pasar.  Que cerrara bien las puertas y ventanas, que tuviera a mano linternas y las pilas por si la electricidad fallaba. Entonces recordè que las linternas y las pilas todo estaba en un estante en el sòtano. Me entró el temor de si bajar o no,  pero si no bajaba y se iba la luz, sería peor,  mejor ir ahora que la electricidad no habìa fallado.Armándome de valor, abro la puerta de la cocina y bajo la estrecha escalera.  Cuando piso el ùltimo escalòn, vi algo aterrador y comencè a gritar como una loca. de espanto.  Sabìa que nadie me oirìa.  Allí  bailando y correteando con los huecos de los  ojos de las calaveras me estaban esperando un montòn de muertos que habìan subido de su cementerio, para que yo y mis futuros gemelos formáramos parte de ellos.

Thaitin Marin

Saturday, December 27, 2014

La casa de mis sueños

Todos los meses adquirìa las revistas americanas American Home, Better Home, Family Circle y todas aquellas revistas del hogar y de decoraciòn.  Siempre fui una apasionada de la vida norteamericana.  Mi mayor felicidad hubiese sido el haberme casado con un norteamericano e irme a vivir a los Estados Unidos.Pero como no pudo ser, solo me quedaba, mediante aquellas hermosas revistas, vivir artificialmente mi sueño.

Una vez, en la revista American Home, saliò en la portada, la casa màs hermosa que me haya impactado. Era una casa  baja, con techos de pizarra, mucho frente de grama verde, muchos ventanales y hermosìsima.  Guardè esa revista años tras años, porque si ya no podrìa vivir allì, en algùn momento mi esposo y yo construirìamos acà esa bellìsima casa.  La revista traìa inclusive los planos de la casa, así como las fotografías de la casa.  El living, el vestìbulo, la inmensa cocina con todos los artefactos que se puedan soñar.  Todo eso estaba allì.  Y yo, como no podía traer esa casa para mì, entrè en ella.  Me hice dueña de la casa.  Me imaginè cada minuto de mi vida, viviendo allì: de la cocina pasaba al patio, con su gran superficie, su parrillera, sus corredores y veìa a mis hijos allí correteando felices.  Luego me iba a los dormitorios de mis hijas y decoraba las camitas con los colores, los edredones, las làmparas, los juguetes y cortinas que estaban allì. Decoraba el cuarto del varòn con avioncitos, camiones, etc.  Luego entraba a mi cuarto preferido,  la cocina, y feliz me veía preparando los platos que siempre me atrajeron.  Pies, asados,  cacerolas, y sabìa que allì estàbamos los cinco, mi esposo y mis tres hijos compartiendo el desayuno,  mientras preparaba sus bolsitas para el colegio, y luego salìa al jardin, regaba las matas, y sentìa que estaba en el sitio donde deseaba estar.
Pasaron los años.  La revista se fue envejeciendo como envejecìa yo, y mis deseos nunca se cumplieron, jamás pudimos construir ninguna casa, pues nos  mudamos a una Propiedad Horizontal. Pero allì, en el fondo de mi alma, en lo màs recòndito de mi corazòn, permanece esa hermosa casita,  que sin nadie saberlo, cobijò a una familia que nunca habìa viajado a los Estados Unidos.

Thaitin Marin

Arquitectura Para Todos Mis Gustos

No hay nada que mas me guste que estar en mi casa. Sea cual sea su marco, me encanta la paz y sosiego de sus rincones. Amo variadas arquitecturas hasta el punto que nunca me he podido definir por una para construir la casa de mis sueños; por ende decidí vivir en todas ellas entre mi casa principal e infinitos pied-à-terre. Aunque éstos últimos no son de mi propiedad los habito por temporadas para disfrutar de mis ensueños. Todas las casas son sencillas, decoradas con poco, pero muy acogedoras.

Mi casa principal es una hermosa casa colonial española con un patio central y un patio exterior que la rodea. La estructura es de concreto y ladrillos, con vigas de madera. Los acabados de las paredes son de textura rústica y los pisos son de cemento pulido con baldosas formando patrones decorativos. Tiene ventanas y portones de madera con vidrio que permite a todo momento ver hacia los patios. Todos los muebles, mesas, sillas, bancos, camas, bar, son formados en concreto.

Mi momento favorito en esta casa es cuando llueve. Veo la lluvia desde todos los ángulos de mi casa. Las plantas del patio central se refrescan y las ventanas me permiten observas las baldosas mas brillantes aun.

Mis pied-à-terre son todos diferentes, pero igual me trasladan a mis diferentes sueños residenciales. Uno de mis favoritos es mi casita de arquitectura modernista de los años 50. Amplios espacios y paredes de vidrio que brindan claridad todo el día. Muebles sencillos y lineales, con madera lisa y cojines de colores amarillos y verdes. Un barcito cerca del comedor para el martini de las tardes, la casa está inspirada en mi amada hechizada. Un hermoso y sencillo jardín exterior sin cercas o muros me permiten disfrutar las líneas de las casas vecinas.

Otra de mis residencias favoritas es mi apartamento de Boston. El edificio es de varios pisos y su arquitectura es de piedra caliza de color rojizo, llamado comúnmente brownstone. La arquitectura interior es un poco elaborada pero la suavizo con pocos muebles y una decoración sencilla. Las molduras de la chimenea son hermosas y los pisos de madera son cálidos y acogedores. Las puertas de la casa son puertas que se deslizan entre las paredes para ahorrar espacio y las ventanas son altas para permitir la luz a mi pequeño espacio. Todas las edificaciones son iguales en la hermosa calle arbolada. Cuando transito en ella me ubico en el siglo 19 y dejo fluir mi imaginación.

Por último, pero nunca menos favorita están mis casitas en la playa. Una en la costa este de Estados Unidos, en Maine, y la otra en una isla tropical. Ambas con hermosas ventanas de techo a piso que me permiten volar mi imaginación en el ancho mar. Una me permite leer arropada en mis cobijas con mi chimenea encendida mientras veo las olas violentas romper contra las rocas. Sus paredes son de madera oscura brindando calor para los meses de frio. Mi casita tropical es, contrariamente, de color claro, amarillo tostado, sencilla y muy similar a mi casa colonial principal, pero mucho mas reducida. Igual cuenta con su pequeño patio interno y un portón que en vez de dar a un patio externo me dirigen directamente a una caminería que da al mar.

Mis residencias son todas de mis ensueño, tal vez unas mas que otras, pero encontré la forma de deleitarme con todas ellas. Cada año disfruto de las variadas arquitecturas que amo, encontrando siempre ese deseado solaz, ya sea detallando el mar, leyendo un libro, tomando cafe, caminando por el vecindario, bebiendo un martini, o detallando la lluvia desde mi patio interior.

Colonial y mundial

La casa de mis sueños en un poquito de todo. Me he enamorado de tantas culturas y tantos estilos en mis viajes, que he hecho un dibujo mental de lo que sería mi aposento ideal. La estructura en sí, es estilo colonial, con grandes puertas de madera, loza color ladrillo y un jardín central. No estoy segura si está en el campo o en la ciudad, pues dependiendo del día, me la imagino con alrededores diferentes.

Al entrar por las hermosas y pesadas puertas de madera te encuentras un mesón con un porrón para las llaves. Es el mismo mesón y el mismo porrón de mi infancia, y están ahí porque siempre los amé.  Más allá del mesón está el jardín en todo el medio, con unos tres o cuatro chinchorros. En el centro del jardín hay algo similar a una fuente, pero en verdad es un antiguo reloj griego. Va drenando durante el día, y el nivel de agua va marcando la hora. Lo descubrí paseando entre ruinas en Atenas.

A ambos lados del jardín se encuentran dos habitaciones. Ambas son muy simples y minimalistas. Esa simplicidad la adopté en el norte de Tailandia. No he decidido si los cuartos tienen cama o no, pero definitivamente tienen chinchorros. Directamente opuesto a la entrada está la cocina. Es amplia y abierta, con ventanas inmensas. A la derecha está el comedor, con la mesa siempre puesta como me enseñó mi mamá. A la izquierda está un cuarto de té, inspirado por los salones turcos que me hechizaron en Estambul. Hermosas lámparas y cojines coloridos decoran el cuarto de té, dándole una vibra alegre y serena.

Pensándolo bien, lo más probable es que esta casa está ubicada en la playa, de manera que esas ventanas de la cocina, permiten la hermosa vista del imponente mar Caribe. Recuerdo lo divino que era despertarse con vista al mar en Vilanova, y esa delicia no la cambio por nada. Esta casa me la imagino habitada por unos cuantos humanos y seguramente dos o tres perros.

-Vita Armador

Mi prima la modelo

Mi prima empezó a modelar a los 15 años. Típico cuento, la descubrieron en un café cuando andaba con unas amigas. Sus piernas largas siempre llamaban la atención, y sus rulos catires eran intrigantemente particulares. Ella nunca había pensado en modelar, pero la oportunidad se presentó y ella voló. Empezó local, después nacional y antes de los 18, ya le había dado la vuelta al mundo un par de veces.

Es difícil mantenerse encarrilado cuando te exponen a esa vida desde tan temprana edad, pero a ella le gustaba esa vida, le gustaba el estilo y le gustaba el dinero. Tomó unas cuantas decisiones cuestionables, pero la verdad es que no hablamos mucho de esa época. Se le nota en la cara lo mucho que le costó. Esos diez años de modelaje ahora le pesan como veinte.

El modelaje para ella no fue solo el glamour de la pasarela. Fue el estrés de la dieta constante, la tentación de las drogas, la sucia competencia. Ese círculo vicioso de todos los factores. El vicio y la crueldad fueron más de lo que ella pudo soportar. A los 25 se despertó en un hospital de París con una mezcla de sustancias en el sistema que casi le destrozaron la vida. En ese entonces yo estaba trabajando en Francia y desperté con la llamada de emergencia en la madrugada.

Estuve con ella hasta que le dieron de alta. Hablamos más que todo de nuestra infancia. Teníamos tantas memorias compartidas, que era difícil creer que ahora casi ni nos conocíamos. Supongo que conmigo recordó su pasado, su origen, sus verdades. Se dio cuenta de que había tocado fondo y que era hora de cambiar su rumbo. Por fin se volvió a poner en contacto con el resto de la familia. Tenía más de dos años que no hablaba con su mamá.

Han pasado ya tres años desde nuestras charlas en aquel hospital parisino. Esa experiencia nos marcó a las dos y fue el comienzo de una nueva relación. La pasarela y el modelaje quedaron atrás para mi prima y ahora está enfocada en terminar la universidad. De su parte no hay arrepentimientos, dice que esa es la vida que escogió y afortunadamente a tiempo, es la vida que reparó.

-Vita Armador

Friday, December 26, 2014

La tía Berta

De todas las tìas abuelas, solo conocì a la tía Silvia y a la tía Berta.  Esta era todo un personaje.  Tenía un caràcter un poco irritable, no era muy cariñosa, pero en el fondo era una buena persona.  Aún cuando siempre nos estaba regañando sabíamos que tras esa manera agria ocultaba un cariño, el cual no dejaba ser visible.
Según las historias contadas por algunos familiares, ella habia tenido un novio alemán, llamado Hermann, que trabajaba en la ciudad: tenían planes de casarse y él se la llevarìa a Berlin para que su familia la conociera.  Pero en la guerra del 14, alemania reclutò a todos los reservistas y a él le tocò presentarse y de allì lo enviaron al frente.
Promesas de amor, pronto terminarìa la guerra y los sueños compartidos se harìan realidad.  Mientras tanto la tía Berta ayudaba a su hermana Silvia con el cuidado de su primera hijita Josefina.  Como la tìa Silvia tenìa que viajar constantemente a la capital, donde su esposo tenìa un alto cargo, Josefinita quedaba al cuidado de la tìa Berta.
Con algùn retardo la tìa recibìa correspondencia de su alemàn, de pronto las cartas cesaron.  Pasaron 6 meses cuando recibiò la noticia de que Hermann había muerto.
Dicen que la tìa cayó en una enorme depresiòn y de alli que su caràcter se agriara tanto.  Su ùnico consuelo fue cuidar a Josefinita, como si fuera su hija y dado que la tìa Silvia permaneciera màs tiempo en la capital, poco a poco, para la tìa Berta, Josefina se convirtiò en su hijita.

Pasaron los años, Josefina se convirtiò en mujer, conociò a un mèdico llamado Enrique y salió embarazada de él.  Por supuesto el médico no quiso casarse y aùn cuando mantenìa al hijo, se desentendiò de ella.  Luego ella se casò, tuvo una numerosa familia y Hernando, el fruto de aquella relaciòn, quedò para siempre en manos y dentro del corazòn de la tìa Berta.
Todo el amor que habìa sentido por Hermann, el que sentìa por Josefina, lo volcò sobre Hernando.  Para ella, él era su niño amado, su cariño, veía por sus ojos, lloraba por èl y tristemente no tuvo la compensaciòn de amor que se esperaba.
Cuantas veces la vì llorar por aquel muchacho, cuantas veces se enfermò hasta que su corazòn comenzò a fallar.  Como veìa que no le prestaban la atenciòn que se merecìa, me la traje para mi casa, le dì mi cama, dormìa en su colchoncito a su lado para estar pendiente de cualquier cosa,  llamè al cardiòlogo, la recetò, no mejoraba mucho y una noche del día 5 de diciembre, cuando yo regresaba del trabajo y la vì, tenìa la respiraciòn entrecortada, los ojos vidriosos y la mirada perdida, talvez buscando lo que no pudo ser
Tal vez buscaba a Hermann que tanto amò, con quien pensaba casarse, o pensaba en su muchacho adorado y que no correspondìa a su cariño.  Pero cuando exhalò su ùltimo suspiro, estaba en paz.

-Thaitin Marin

Tuesday, December 23, 2014

Mi Hermano Olímpico

Mi hermano tenía muchos intereses pero ninguno a la vez. De pequeño tenía trenes, scalextric, le gustaba el beisbol, coleccionaba metras, o estampillas. Tuvo una vez un rifle de balines y otro de aire y me mortificaba que su objetivo eran los pajaritos. Nunca duró mucho con ninguno de estos pasatiempos;  me parecía a mi que las cosas le gustaban por moda o temporada. Sin embargo el tiro con pistolas y rifles de aire fue algo que aunque dejaba con frecuencia volvía a apasionarlo cuando lo retomaba.

Empezó a practicar con seriedad cuando tenía 16 años y poco a poco comenzó a participar en campeonatos de tiro. Como dice el dicho "donde ponía el ojo, ponía la bala". No dejó escapar ninguna competencia de la galería de tiro donde entrenaba. Siempre ganaba. Los dueños de la galería le ofrecieron participar en campeonatos intra-galerías y su nombre se empezó a conocer en la ciudad. De allí siguió a campeonatos regionales, siempre en el sector privado. Algunas de las competencias fueron incluso internacionales, ya que a veces invitaban a miembros de galerías de tiro de países cercanos.

Nunca lo había visto tan serio con un tema. Practicaba tres veces por semana en la galería y los fines de semana por horas en campo abierto. Los días de competencia siempre llegaba a la casa con trofeos y medallas. No había campeonato donde no ocupara el podio. Una vez me dijo a tono de chiste: "Voy a tener que abandonar este deporte. No me caben los trofeos en la casa".

Su pistola de aire favorita era una Beretta y los representantes de la Beretta decidieron patrocinarlo. Siendo ahora la imagen de tan reconocida marca en los círculos de tiro, lo llevaron a representar al país en competencia intra-clubes amistosas. Sus rotundos éxitos hicieron que el recién nombrado Ministro de Deporte, quien estaba indirectamente relacionado con la práctica de tiro, lo comenzara a embelesar para participar en una competencia amistosa donde participarían tiradores de alto calibre de otros países. Algunos de estos participantes estaban ya clasificados para el próximo campeonato Panamericano y el ministro quería ver como se desenvolvía con mayor presión.

Para mi hermano esta competencia no fue sino otra mas de las de su especialidad, la pistola de aire - 10 metros. Mi hermano quedó de segundo, debajo del competidor americano. El ministro se le acercó a mis padres y les dijo: "Este muchacho tiene un gran potencial. Me gustaría que practicara con el equipo nacional y ver si lo podemos llevar como parte del equipo para el campeonato en Uruguay."

Mis papás por supuesto no ofrecieron ninguna resistencia ya que mi hermano disfrutaba inmensamente esta actividad, la cual había comenzado como un pasatiempo y se convirtía ahora en una responsabilidad con el país.

Día tras día mi hermano, del colegio, se iba a las prácticas para prepararse para su primera competencia oficial representando los colores del país. En los Panamericanos quedó de segundo otra vez detrás del mismo americano. El ministro del deporte le dijo a mis padres: "Este joven es potencial olímpico considerando que quien le ha ganado dos veces es el mejor del mundo."

Mi hermano no se dejaba llevar por los nervios. Continuó practicando con el único objetivo de quedar como miembro del equipo que iría a las Olimpíadas de 1984 en Los Angeles, y así lo logró. El día de la  clasificatoria el Ministro le dijo: "Tienes que hacer dos cosas. Una, hacer lo mismo que haces en cada competición. Dos, hacerlo mejor. No le tienes que ganar al americano. Le tienes que ganar a ti mismo".

Había llegado el día. El día que nadie hubiera podido haber previsto. Mi hermano competía en las olimpíadas. Todos en la familia estábamos mas nerviosos que él. El americano, quien se había mostrado en un par de oportunidades superior a mi hermano, tenía la ventaja de competir en su propio suelo, pero el triunfo no era lo que estaba en nuestras mentes. Solo queríamos que mi hermano tuviera la experiencia de su vida. Aunque lo veríamos en vivo por televisión, él prometió llamarnos apenas terminara su participación, no importara lo que pasara.

Allí estábamos toda la familia y todos los vecinos orgullosisimos de su logro. No lo vimos disparar  sus 60 tiros reglamentarios pero vimos lo suficiente; lo hacía con la extremada calma que lo caracterizaba. No sabíamos lo que iba ocurriendo porque no era fácil seguir la pista del puntaje de los otros competidores, además el narrador de la televisión era de esos típicos comentadores deportivos que saben de todos los deportes pero no saben de ninguno.

Al final de la competencia, en un momento que resultó para nosotros en cámara lenta la imagen de la televisión se enfocó en mi hermano y en el americano que ya conocíamos. Este le dijo algo a mi hermano en el oido. Mi hermano sonrió.

Lo siguiente que vimos fue el podium y mi hermano subiendo en el. Las lágrimas no nos dejaban ver la pantalla. Todos llorábamos al unísono y cuando oímos el himno nacional de nuestro país es cuando por fin asimilamos que mi hermano se había llevado el oro.

Diez minutos mas tarde sonó el teléfono y volé a atenderlo. Era mi hermano quien estaba muy emocionado. Le dije que lo habíamos visto y que habíamos visto su maravillosa actuación y su hermosa medalla. Lo único que atiné a preguntarle fue qué le había dicho el americano al oido. Mi hermano contestó "Me dijo, no sólo me ganaste, sino que te ganaste a ti mismo".

- Urrutia Del Palmar

Simposio Latinoamericano de Letras


En el país donde nací y crecí no había cultura de gente joven trabajando. Trabajar antes de graduarse de la universidad indicaba que tus padres sufrían de problemas económicos y en la cultura latinoamericana eso es mas una verguenza que una virtud. Pero en algún verano de mi época universitaria la novia de mi hermano me ofreció un trabajo para ser voluntaria en un simposio latinoamericano de letras. Como el trabajo era voluntario, sin paga, estaba "bien visto".

El trabajo era en la Casa Nacional de las Letras Andrés Bello, mejor conocida como la Casa Bello. Ubicada en el centro de la ciudad de Caracas, de Mercedes a Luneta, prácticamente al lado del Panteón y de la Biblioteca Nacional, estaba a escasos 2.5 kilometros de mi casa, lo que me permitía ir a almorzar para regresar en la tarde.

La casa era una hermosa casa colonial en la cual durante mis descansos laborales me iba a curucutear los rincones de ella. Había un cuarto lleno de vitrinas hermosas cerradas con libros mas hermosos aún que no se podían tocar. Era la biblioteca donde me embelesaba como niño chiquito acercandome a la vidriera para contemplar libros y archivos históricos que parecían rendirle un culto a lo sagrado.

El movimiento en la casa para la preparación del simposio era impresionante. Entraban y salían figuras importantes de las letras venezolanas, evaluaban con los coordinadores la logística de los viajes, del traslado de los invitados, y de los talleres. Yo mientras tanto seguía instrucciones, escribía nombres y direcciones, metía tarjetas en ellos, sellaba los sobres, tachaba el nombre de la lista, y ponía el sobre en la bandeja de salida.Cuando ya todas las invitaciones fueron enviadas ayudaba en lo que me mandaran a hacer. Me gustaba el ambiente, la organización, y me emocionaba que podría conocer a letrados de otros paises.

El simposio estaba planificado en los salones de eventos de Parque Central. Mi asignación para al día de la inauguración, fue ayudar con el registro de los participantes y proveerlos con sus tarjetas de identificación. Agradecida por mi buena memoria, recordaba cada uno de los nombres de las tarjetas que había enviado y sonreía para mi misma.

Pude atender algunos de los talleres pero no tengo mayores recuerdos de lo que se hablaba. Lo que mas me quedó de esta primera experiencia laboral fue la apreciación por los organizadores del evento quienes alcanzaron con éxito la meta de traer a ilustres de las letras del continente para discutir las tendencias de este arte. Pude igualmente apreciar cuán dificil y complejo es organizar un evento de esa magnitud. Yo solo seguía órdenes específicas, pero aprecio que mi bella caligrafía Tarbesiana, modestia aparte, me haya procurado un trabajo, el cual fue escribir los sobres de las miles de tarjetas de invitación para todos los literatos del continente latinoaméricano desde México hasta la Argentina.


Burbujas y Besos

No sé por qué estábamos en esa tienda. Era una boutique súper cuchi de ropa infantil hermosamente cara. El tipo de sitio donde un conjuntito podía costar fácil más de cien dólares. Siempre me pareció que la tienda estaba ubicada en el pueblo equivocado. Era el tipo de tienda que necesitaba existir en Beverly Hills, no en el centro del estado de Washington. La ropa era fina, de marca, exclusiva y cara. No tenía sentido en Kennewick.

En ese entonces yo tenía quince años y no recuerdo haber tenido ningún infante en mi vida, mucho menos uno por el cual iba a gastar ese tipo de plata. Mi madre y yo andábamos curucuteando, quién sabe con qué propósito, ya que dudo mucho que teníamos planeado comprar algo. Es costumbre en mi vida que los extraños me hablen sin provocación alguna, y así, la dueña entabló conversación y terminó ofreciéndome un trabajo. No sé por qué, pero a mi muchas cosas en la vida me pasan así, y he aprendido que es infinitamente divertido cuando a la vida le sigo la corriente.

Trabajé en esa tiendita unas cuantas horas a la semana por casi dos años, mientras estudiaba los primeros años de la universidad. Aparte de vender ropa, organizábamos fiestas de cumpleaños para niñas. Los grupitos venían y pasaban la tarde con nosotras. Las peinábamos, les hacíamos las uñas, se disfrazaban y en general gozaban bastante. Yo siempre he disfrutado trabajar con niños, así que esa parte del trabajo me gustaba más que vender ropa, pero la verdad es que todo era divertido.

Aprendí mucho en "Bubble Kisses," principalmente que prefería mil veces hacer inventario y sumar cosas en hojas de cálculo que lidiar con mamás y clientes. Es mi naturaleza antisocial y mi amor por la matemática. Hasta el sol de hoy prefiero estar metida en alguna alacena contando cajas de azúcar, que prestar servicio al cliente. A veces existir con gente es agotador, pero nunca me canso de existir con números.

-Vita Armador

Monday, December 22, 2014

Mi primer trabajo

Cuando a los 17 años me gradué en la Academia de Comercio de Barranquilla y recibí mi tìtulo de Mecanotaquigràfa Corresponsal con una nota de 98 sobre 100. me sentì feliz  La noche de ese dìa que era un 2 de diciembre, mi mamà me preparò una fiestecita.  Estaban invitadas mis amigas y por supuesto mis primos y algunos amigos que habìa conocido hacia unos meses en el matrimonio de la hija de una amiga de mi mamà.  Me hicieron un vestido precioso, y desde por la tarde llegaron los ramos de flores.  Una de las amigas de mi mamà la Sra. Lola Viñas,   gallega ella, muy simpática le dijo a mi mamà que un amigo suyo era el gerente de la Librerìa Nacional, la cual estaba ubicada en pleno centro de Caracas, en frente del Club Barranquilla.  Le dijo a mi mamà que lo màs pronto posible  iba a concertar una entrevista con el señor Jesùs Ordòñez para que yo fuera y él me conociera.

Comenzando el mes de enero me presentè con la tarjeta de doña Lola y me fui caminando desde mi casa a la Librerìa.  Esta librerìa era la mejor de Barranquilla.  Visitada por los màs ilustres profesionales de esa època,  Tenìa, para esa época, ambiente musical y aún cuando no habìan sillones para que las personas tomaran su libro se sentaran a leerlos, si algunos, iban todos los dìas, tomaban el libro, leìan un poquito y le dejaban una señal para el siguiente dìa.
La entrevista tuvo èxito, el Sr. Ordoñez, de origen cubano, vivìa en Barranquilla desde hacìa tiempo, habìa estado casado con una señora de apellido Domenech y tenia una hija como de 25 años y un pequeño de 12, que tambièn se llamaba Jesús y le decìan Chuito. Chuito se me pegò a mi tanto, que para todo querìa estar conmigo,  y su papá a veces me decìa que fuera con èl a comprarle algo..
Como Jefe su papà era severo, pero amable. Todas las mañanas al entrar a la oficina, ya èl habìa llegado y me estaba esperando.  Enseguida yo dejaba mi cartera, y me sentaba frente a èl en el escritorio a tomar dictado de casi 30 cartas que me dictaba todas las mañanas y que yo tenìa que pasar a màquina en el papel de la librerìa para su revisiòn y firma, antes de las 3 de la tarde, para que otro empleado las enviara al correo.

Se que a veces cometía errores. tenìa que volver a repetir una que otra carta.  Pero sentìa que estaba contento conmigo.

Todas las chicas de la librerìa eran lindas.  Estaba Beatriz Vergara, quien se hizo muy amiga mìa, Annie Fisher, una pelirroja, de origen ingles y muy linda,  Anita Salcedo con los ojos verdes más tristes y hermosos que yo habìa visto.

A las 6 de la tarde, la Librerìa cerraba.  Con la mùsica de los Puentes sobre el Rìo Kwaig (no me acuerdo si es asì)  avisaba que estaba cerrando y entonces empleados y los que aùn quedaban allí iban saliendo. Muchas veces nos  decia a Annie y a mì que si querìamos nos acercarìa a nuetras respecticas casas.Algunas veces,  cuando no habìa quedado con Beatriz en ir a comprar algo, decìa que sì y me iba con ellos.  Primero paraba en la Heladerìa Americana y nos compraba unos tarros de helado para llevar, y luego me dejaba a mi de primera.
La librerìa era como un club.  Siempre estaba llena de gente joven, cuando los Juegos Centro Americanos y del Caribe tuvieron su sede en sede Barranquilla, aquella librerìa estaba llena de cubanos, dominicanoso y todos esos deportistas estaban permanentemente allì, cruzàndonos sonrisas, fotos y promesas de escrbirnos.

Todo pasò muy rápido, alguas personas decìan que el Sr. Ordóñez andaba enamorando a Annie, pero en el fondo era un viejo verde simpàtico.  Pero  una vez, cuando me estaba dictando, se me acercò y me dijo algo al oido, sentì que habìa llegado el momento de despedirme de mi primer trabajo.

Años despuès, ya casada y con niños viaje a Barranquilla y fui con mi mamá y los niños   a la Librerìa Nacional a saludarlo.  Cuando le contè que vivìa en Caracas  me dijo que él estaba muy interesado en abrir una sucursal en Caracas y que si yo estarìa dispuesta a hacerme cargo de dicha  sucursal  Pero no,  tenìa dos niños pequeños, de todos modos  lo consultè con mi esposo y la respuesta fue no.
Esa es la historia de mi primer trabajo que pasò sin pena y sin gloria.


Thaitin Marin

Sunday, December 21, 2014

Los Cuentos de Sofía

Sofía es una chica muy difícil. Intolerante y pesimista, rara vez le salen las cosas bien. Tiende a ver lo negativo de toda situación y suele empezar sus mañanas mirándose en el espejo y diciendo: "Seguro que algo malo pasará hoy." No hay mucho que se puede esperar del día, cuando esa es la mentalidad inicial. Su negatividad atrae negatividad, y Sofía siempre espera que alguien más le resuelva sus problemas. Alguien más debe ser responsable. Alguien más tiene que acudir al rescate.

Sofía se acaba de mudar a una nueva ciudad y esta buscando trabajo y apartamento desesperadamente. Se enfoca en apartamentos en los cuales le encantaría vivir pero que están indudablemente fuera de su alcance económico. Cada vez que sale de un apartamento que le gusta pero no puede pagar, maldice su mala fortuna. Ya no sabe que hacer, pues su sueño de ser rica sin tener que trabajar cada vez parece menos probable.

Hoy buscó trabajo y casa sin éxito alguno, y ahora está sentada en la acera llorando por pura malcriadez. Piensa en lo feo del tiempo, en lo sucia que es la ciudad y en lo fastidiosa que es la gente cada vez que le preguntan si está bien. Está mirando las nubes, pensando en cómo hacer realidad su sueño sin esfuerzo, cuando de repente una anciana se tropieza con ella y se le cae encima. La viejita, que venía con sus compras ha caído sobre Sofía que esta atravesada en todo el medio del camino. Una manzana rodó y fue seguidamente estripada por un carro. Sofía en vez de ayudar a la señora, rompe en llanto de nuevo y piensa en la trágica mala suerte que tiene.

-Vita Armador

La Montaña Y El Mar

Por supuesto que tenía que escoger. No podían ser las dos cosas sino una sola. Aún me pregunto de donde me viene esa manera de ser de ver las cosas tan poco flexible. O es uno o lo otro. Así me he movido a lo largo de este camino para decidir cual es mi escenario, mi canción, mi color, mi fruta, mi libro o mi película favorita. Preguntándome todo el tiempo si me gusta mas la montaña o el mar, el aguacate o el mango, la fresa o la zarzamora, la ciudad o el campo, el amarillo o el azul. Y ni hablar de política, porque entonces hay que ser de derecha o de izquierda.

Adicionalmente mi mente analítica se la ha pasado todos estos años preguntándose el porqué de esta situación. Fueron las monjas estrictas? O mis firmes padres? O mi mente cuadriculada? Siempre me decido por la última, porque hay que elegir. No es una influencia de múltiples variables juntas, tiene que haber una razón única. Porque así soy yo, una cabeza cuadrada.

Pero entre todas las cosas que me he sentido "obligada" a decidir y que me ha perseguido durante la vida, es si me gusta mas la montaña o el mar. Preguntaría un artista, y por qué hay que escoger? Y regreso al análisis de que ya yo venía de fábrica enmarcada en ángulos de noventa grados teniendo que contestar las preguntas con una respuesta única. Es como si la vida fuera un examen de selección múltiple con una sola respuesta válida.

Dos específicas experiencias me han intentado decir que no hay que escoger entre la montaña y el mar. Que es como los hijos. Cada uno es diferente, tal vez incluso con caracteres completamente opuestos, pero se les quiere igual. La primera oportunidad fue en una de mis mas amadas excursiones del cerro El Avila, donde a cada paso que daba y con cada gota de sudor por el esfuerzo deducía que no había nada como la montaña, pero cuando desde la cima del pico mas alto de la cordillera de la costa venezolana, pude ver en un día claro, a 2.900 metros de distancia vertical, el majestuoso mar Caribe me quedó expuesto mi pasión por ambos. 

La segunda ocurrió hace unos pocos años cuando en una de mis rutinas diarias corría en las montañas del Estado de Washington, entre los imponentes árboles, la densa vegetación y disfrutando del olor de la tierra mojada. Podía cerrar los ojos y sentir el encanto del lugar, pareciera que no podía haber nada mas placentero. Hasta cuando de visita a mi segunda casa en Long Beach, California, al final de la misma semana, corría por la playa muy temprano en la mañana, sintiendo como la niebla del océano y el olor salino del mar entraba penetraban todo mi ser. Cerré los ojos y cada sentido se percibió gratificado. 

Una vez mas me dije, la montaña y el mar son como los hijos, se les quiere igual. 

- Urrutia Del Palmar

Cuento original publicado el 21 de julio del 2007 en ingles: Between the mountains and the sea

Olga


Olga, era una de mis vecinas favoritas. Vivìamos en la misma vereda y era una persona muy especial.  Era simpática, habladora, coqueta, siempre estaba exquisitamente arreglada, aùn para estar en casa; preparaba unos postres exquisitos y siempre estaba invitándome a su casa, junto con las otras vecinas, Marìa, Silvia y Cecilia, para tomar el te, comer galletas preparadas por ella y de vez en cuando, en vez de parlotear, jugar canasta.  Siempre me llevè bien con todas, pero especialmente con ella,  porque  la sentía muy parecida a mì.  A veces me llamaba para ir juntas al mercado y hacer la compra semanal.  Su esposo Manuel, trabajaba en la misma empresa donde trabajaba Jorge, mi marido.
Muchas tardes Manuel venìa con Olga a la casa, a tomar un cocktail con nosotros. Entonces yo preparaba, pasapalitos, sandwichitos, cositas para picar mientras bebìamos algo.

Pasado un tiempo a Manuel lo trasladaron a otra regiòn y ya ella no vino màs a la casa por las tardes; solo nos reunìamos para charlar, jugar canasta con las otras vecinas.
No se cuando ni como, aquellas reuniones de amigas también  se fueron dispersando y poco a poco Olga dejó de llamarme con la frecuencia de antes, ni salìamos juntas al mercado.  Ella decìa que al no estar su esposo, ya no tenìa que cocinar tanto y su vida habìa cambiado un poco.
En una oportunidad  me encontrè con Maria y Silvia en el supermercado.  Las notè un poco extraña y al saludarlas se miraron entre si, y sin demorarse mucho se marcharon.
Me sentì bastante preocupada.  Les habrìa hecho algo sin darme cuenta?
Toda la semana estuve con esa preocupaciòn, porque sentìa que estaba perdiendo a mis amigas vecinas.  
Al dìa siguiente, tenìa que ir al supermercado y  cuando estoy estacionando mi carro, veo un carro parecido al de mi esposo, que tambièn estaba estacionado allì.  Me bajo del carro para darle la sorpresa y buscarlo, pero la sorpresa la tuve yo.  Allì en un apartado del cafè, muy juntos, compartiendo una cerveza y muy acaramelados estaba mi amiga Olga con Jorge mi marido.

Thaitin Marin