Tuesday, December 16, 2014

Maratón de Laberintos

Estábamos los cuatro corriendo un maratón en una ciudad conocida pero desconocida a la misma vez. Bordeamos una redoma y seguimos hacia una calle arbolada donde se sentía el bullicio de la gente que merodeaba alrededor. Después de un par de cuadras la ruta tenía un giro que nos hacía regresar por la misma calle para luego girar a la derecha en la esquina donde se encontraba una panadería. 

Antes de cruzar, los cuatro nos miramos las caras y con solo vernos los ojos todos consentimos en lo que queríamos hacer. Pararnos y tomarnos un café. No era mi costumbre pararme en el medio de un maratón pero el deseo era unánime y todos estábamos simplemente disfrutando el momento. Nos sentamos en una de las mesitas de afuera de la panadería y desde ellas veíamos a otros corredores pasar. Después de unos diez minutos, les propuse continuar, pero tanto Luis, como Diego y Alejandra me miraron con una sonrisa como diciéndome “aquí se está muy bien por ahora”. Les pregunté si no les importaba que yo siguiera y me dijeron “tranquila, te alcanzamos luego”. Les di un beso y continué con mi carrera. Después de unas vueltas, la ruta regresaba hacia la misma redoma por la que habíamos venido para luego escalar la fachada de un edificio como de 15 pisos. No recuerdo si lo hicimos con cuerdas o simplemente agarrándonos de las cornisas.

Apenas entré al edificio por una de las ventanas del último piso, empecé a descender las escaleras rápidamente. En la planta baja, en los buzones de correo similares a los del Edificio de la Avenida Paraíso, tuve que buscar una llave especial para luego bajar hacia el sótano y sortear una cantidad de recovecos que parecían mas bien un elaborado laberinto. Después de lo que me pareció un tiempo interminable, logré salir del edificio encontrándome de nuevo de frente a la redoma. Desde allí chequeé si Luis y los chamos estaban aún en la panadería pero no los vi.

La ruta seguía por una subida contigua a la calle arbolada, la cual era bastante larga y empinada. Se estaba haciendo de noche y la hora de clausura se aproximaba, lo que indicaba que tenía que correr lo mas rápido posible para poder terminar a tiempo. Sin embargo, una vez que llegué a la cresta de la subida me quedé extasiada con la vista. La otra cara de la ciudad con un hermoso cielo con destellos amarillos, y naranjas estaba a mis pies. Decidí que bien valía la pena no terminar el maratón porque era imposible no detenerse para absorber semejante belleza.

- Urrutia Del Palmar

Sueño ocurrido en el 2010 pero que nunca escribí en mi blog de sueños. 

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