Wednesday, December 17, 2014

Desde la ventana

Cuando  mi esposo me informó que  la empresa donde trabaja  habìan abierto una Sucursal en San Fernando de Apure y que èl habìa sigo elegido como Gerente de la zona por 2 años, me sentì desmayar.  Tenìamos apenas 1 año de casados y todavìa estábamos pràcticamente en la luna de miel.  Vivìamos en un lindo apartamento en Caracas, que los dos habìamos decorado con mucho amor y dedicaciòn.  Senía que lo tenìa todo, un marido amoroso, un apartamento lindo, nuestras familias cercas y yo, haciendo planes para en cualquier momento poder quedar embarazada.  Ahora esta noticia echaba por tierra todos nuestros planes.
Pero lo veìa entusiasmado, era un ascenso en su carrera, tendrìa un buen aumento de sueldo, y tambièn nos darìan una casita con todos los muebles, de manera de que no tendrìamos que hacer una gran mudanza.
Así pues, con una sonrisa, no del todo sincera le di mi apoyo y enseguida nos pusimos a hacer planes.

Lo primero avisar a nuestras respectivas familias, luego a recoger las cosas más indispensables y personales como ropa, libros, etc.  Nuestras familias nos despidieron con làgrimas en los ojos, pero brindando por el èxito de su nuevo destino.  Y asì, emprendimos el viaje a San Fernando de Apure.
Nos fuimos en carro, pues querìamos disfrutar el paisaje que nos habìan dicho que era hermoso.  Los que conocen el llano lo saben.
Pasando por verdes pastos, ríos, lagunas,  viendo las garzas, los alcaravanes y muchos otros animales hicimos el viaje contendo a la espera de llegar a nuestro destino.

Allí nos esperaba Pedro Salazar, encargado de recibirnos.  Nos dio la bienvenida con mucha calidez, nos guiò hasta una hermosa casita medio colonial, un poco vieja, la cual habìan tratado de remozar, pero aùn se veìan huellas del tiempo.

Ya una vez dentro, hicimos una inspecciòn ocular por toda la casa.  Tenìa una salita, un comedor y dos dormitorios.  Un baño y una cocina  un poco lùgubre, que inmediatamente pensè en reformar y alegrar con algunas cortinitas  en cuadritos rojos y blancos, para decorar la ventana.
El señor Salazar entre bromas y no bromas se despidiò de nosotros y al entrar a su camioneta, nos dijo.  Esta casa tiene una historia.  Dicen que aquì hay un entierro.  Posiblemente ustedes lo encuentren y se haràn ricos.  "Entierro" en estos parajes es alguna fortuna que alguien en vida enterrò y luego al morir, quedò allì a la espera de que alguien la encontrara.

Como no creo en estas cosas pero si me habìan dicho que en los llanos venezolanos eran muy frecuentes esas historias, nos olvidamos y nos pusimos  a guardar nuestros enseres, poner en orden nuestros libros, preparar unos sandwiches, y ya en la noche, bastante cansados nos fuimos a dormir.

No se cuantas horas habrìa dormido, pero de pronto me despertò un ruido.  Mirè a mi lado y mi esposo dormìa como un tronco. Seguía sintiendo el ruido como de algo metàlico que choca contra alguna piedra y tratè de poner mi mente en orden para ubicar de donde venìa ese ruido.  Para no despertar a mi esposo, sin encender la luz, me fui hasta la sala, pero no pude abrir la ventana, entonces me fui a la cocina y al abrir la ventana vi una espantosa imagen de un hombre todo vestido de blanco, con los ojos hundidos como las calaveras, una pala en la mano, que venìa hacia mi con aquella mirada amenazante que me traladó el alma y me susurró: No toques lo que està aquì, porque eso es mìo.

Thaitin Marin

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