Monday, December 15, 2014

Pierre

Nos habíamos recién mudado a una casita en la campiña francesa y me emocionaba el tan solo pensar en la nueva vida en el campo y en los nuevos amigos que tendría. El verano prometía unas vacaciones llenas de aventuras distintas a las citadinas. 

Mi vecino más cercano se llamaba Pierre. Tenía 12 años igual que yo y le encantaba construir cosas de madera. A mis padres les encantaba Pierre porque era sumamente alegre y educado. Todas las mañanas de ese hermoso verano Pierre llegaba a las 10 de la mañana a mi casa con una caja llena de pedazos de madera, lijas, cuerdas, algunos clavos, tornillos, y varias herramientas. Mi mamá le ofrecía un vaso de leche y ponqué y después de esta pequeña merienda, nos íbamos al porche de atrás a empezar nuestros planes diarios de construcción. 

Pierre era muy detallista. Sacaba lápiz y papel y empezaba a dibujar su próximo proyecto. “Hoy quiero empezar un carrito para Jean Claude” o “esta pequeña estatuilla se la voy a regalar a la Señora Georgette de Navidad”. Pierre siempre tenía a todos los vecinos y amigos en su mente. Nunca se le escapaba nadie, haciéndolo el niño más generoso que yo había conocido.  

No faltaban los días que interrumpíamos nuestra “empresa” para reunirnos con otros amigos y corretear y nadar en el lago, pero Pierre siempre quería zafarse  de estas actividades y continuar con la carpintería, lo cual era definitivamente su pasión.  

Al final del verano Pierre y yo habíamos logrado acumular una cantidad de hermosos objetos de una talla tan exquisita y delicada que solo podría definirse como el trabajo de un verdadero artista. Mis tallas no eran tan finas como las de Pierre, pero ciertamente Pierre era un gran maestro y me enseñó con mucha paciencia a trabajar la madera y a hacer cosas maravillosas. Pero lo que más aprendí de él fue a hacer las cosas con amor y dedicación y a expresar ese amor hacia otros con pequeños regalos hechos por nosotros mismos. 


- Urrutia Del Palmar

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