Crecí en clima de
verano. Una estación. Hubiera lluvia o sol, el calor de la zona tórrida me
envolvió de Enero a Diciembre. Un par de grados hacía abajo obligaba a usar un
sweater, un par de grados hacia arriba exigía bebidas heladas en frente de un
ventilador. Así de susceptible es el trópico.
Como habitante
del paralelo diez norte, paralelo tropical, solía soñar despierta con las
estaciones de mis personajes de mi libro de francés. Aunque el propósito de mis
clases era aprender los nombres de las estaciones printemps, été, automne,
hiver, mi aprendizaje se concentraba en asimilar como Paul, Marie y Pierre
vestían, que comían, que bebían, y que hacían en cada época del año. Mis sueños
acompañaban a mis amigos imaginarios a cortar las flores en primavera, a
disfrutar de las vacaciones escolares e ir a la playa en verano, abrigarme e ir
a recoger frutillas en el otoño y cubrirme desde la cabeza hasta los pies para
ir a jugar con la nieve en el invierno. Después de pasearme por todas las
estaciones, las visitas a la playa de mis francesitos me afirmaban que la época
de verano era mi favorita.
El destino me ubicó
muchos años mas tarde en el paralelo 47, el mismo paralelo del corazón de Francia pero unos cuantos meridianos al oeste. Mis aventuras imaginarias francesas se
hicieron ahora reales. Corto flores en primavera, voy a la playa en verano, me
abrigo y recojo zarzamoras al empezar el otoño y me cubro de pies a cabeza en
invierno para disfrutar de las actividades en la nieve.
Cada estación me ofrece su encanto, me hacen sonreír cuando llegan y me deleitan durante su estancia. Pero a pesar de amar todas y cada una de ellas, ocupa el verano un lugar especial en mi por los cálidos viajes a la playa, los días interminables con 16 horas de luz del sol, el mínimo uso de ropa y la libertad del andar descalzo.
-Urrutia Del Palmar
Cada estación me ofrece su encanto, me hacen sonreír cuando llegan y me deleitan durante su estancia. Pero a pesar de amar todas y cada una de ellas, ocupa el verano un lugar especial en mi por los cálidos viajes a la playa, los días interminables con 16 horas de luz del sol, el mínimo uso de ropa y la libertad del andar descalzo.
-Urrutia Del Palmar
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