Thursday, December 18, 2014

La Libertad del Andar Descalzo

Crecí en clima de verano. Una estación. Hubiera lluvia o sol, el calor de la zona tórrida me envolvió de Enero a Diciembre. Un par de grados hacía abajo obligaba a usar un sweater, un par de grados hacia arriba exigía bebidas heladas en frente de un ventilador. Así de susceptible es el trópico.

Como habitante del paralelo diez norte, paralelo tropical, solía soñar despierta con las estaciones de mis personajes de mi libro de francés. Aunque el propósito de mis clases era aprender los nombres de las estaciones printemps, été, automne, hiver, mi aprendizaje se concentraba en asimilar como Paul, Marie y Pierre vestían, que comían, que bebían, y que hacían en cada época del año. Mis sueños acompañaban a mis amigos imaginarios a cortar las flores en primavera, a disfrutar de las vacaciones escolares e ir a la playa en verano, abrigarme e ir a recoger frutillas en el otoño y cubrirme desde la cabeza hasta los pies para ir a jugar con la nieve en el invierno. Después de pasearme por todas las estaciones, las visitas a la playa de mis francesitos me afirmaban que la época de verano era mi favorita.

El destino me ubicó muchos años mas tarde en el paralelo 47, el mismo paralelo del corazón de Francia pero unos cuantos meridianos al oeste. Mis aventuras imaginarias francesas se hicieron ahora reales. Corto flores en primavera, voy a la playa en verano, me abrigo y recojo zarzamoras al empezar el otoño y me cubro de pies a cabeza en invierno para disfrutar de las actividades en la nieve. 

Cada estación me ofrece su encanto, me hacen sonreír cuando llegan y me deleitan durante su estancia. Pero a pesar de amar todas y cada una de ellas, ocupa el verano un lugar especial en mi por los cálidos viajes a la playa, los días interminables con 16 horas de luz del sol, el mínimo uso de ropa y la libertad del andar descalzo.

-Urrutia Del Palmar 

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