Friday, January 2, 2015

Pinpon Le Petit Pompier

A lo largo de su ruta alrededor del lago se encontraba la estación de bomberos número 23. Ese día Zach corría mas lento que de costumbre y estaba mucho mas consciente de sus alrededores. Al pasar por la estación notó algo muy particular. Habían mas de 20 niños pequeños rodeando a cinco bomberos. Los niños parecían hacer todo tipo de preguntas mientras que los bomberos respondían con amables sonrisas en sus rostros. Decidió detenerse para admirar la escena.

Cuantos gatos has salvado? Cuál es el piso mas alto que has llegado en tu escalera? Es el fuego muy caliente? Si me caigo por las escaleras llamo a los bomberos o a la policía? Si me quemo la mano me la pueden enfriar? Las preguntas eran ingenuas y le daban un tono de sencillez al arduo trabajo de estos hombres, el cual a él también le había intrigado mucho cuando era pequeño.

Zach tenía 9 años cuando recibió como primer premio de su clase de francés, un libro titulado Pinpon le petit pompier (Pinpón, el bomberito). La portada tenía un camión rojo con una escalera extendida. Habían tres bomberos en el gráfico: uno al volante, uno atrás del camión y quien Zach suponía era Pinpón, parado al frente en la punta de la escalera con manguera en mano. Zach consideraba su premio mucho mas valioso que una medalla o un trofeo ya que lo podía llevar a todas partes sin lucir vanidoso. Lo leía y releía metiéndose siempre dentro del mundo de Pinpón bajando gatos de los árboles, rescatando mascotas de alcantarillas, y ayudando a ancianos a salir de sus casas cuando un pequeño fuego se prendía en la cocina.

Zach no pudo dejar de sonreir a ver a esa veintena de chiquillos con la misma curiosidad que él tuvo 50 años atrás. Haciendo contacto visual con uno de los bomberos, le hizo un gesto en muestra de gratitud. Gratitud por lo que ellos le inspiraron cuando él era pequeño y gratitud por el coraje y valentía en su trabajo diario. Sabía que el trabajo de los bomberos iba mucho mas allá de salvar gatos y apagar pequeños accidentes caseros de la cocina. 

Pensaba esta vez no en Pinpón, sino en Connor, el bombero que le salvó las piernas cuando éstas quedaron atrapadas entre un macijo de hierros en aquel terrible choque. Sacudió las ideas de la cabeza, apuró el paso y poco a poco se alejó de la estación.

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