Saturday, January 3, 2015

Educación Tarbesiana

Lizzie estaba familiarizada con las instalaciones. Su hermana ya tenía dos años en el colegio y Lizzie había tenido la oportunidad de  acompañar a sus papás a buscar a su hermana, o ir a misas, actos del día del padre y la madre, o de fin de curso. Sin embargo esta vez, las instalaciones serían también de ella. Con su uniforme, medias y zapatos nuevos allí estaba Lizzie lista para su primer día de clases.

Al sonar el tlmbre, en una fila extremadamente ordenada, subieron las niñas por la escalera principal, una escalera digna de una mansión, con un hermoso reloj de caja al llegar al descanso. La escalera continuaba hacia la derecha e izquierda, rumbos que seguían las pequeñas dependiendo de donde se encontraban sus respectivos salones de clases. La fila de Lizzie giró hacia la izquierda. Una vez en el segundo piso, las alumnas de la clase de Lizzie entraron en el primer salon a la derecha. Era uno de los dos salones de este piso que daba al este; con sus inmensas y hermosas ventanas, la luz de la mañana irradiaba cada uno de los 40 pupitres.

Lizzie estaba bastante avanzada para primer grado. A los seis años Lizzie estaba a nivel de tercer grado; había leido la obra maestra de la literatura española, Don Quijote de la Mancha y sabía dividir. En primer grado las niñas sabían leer lo básico y comenzaban apenas a sumar. Sin embargo ésto no fue en ningún momento, razón alguna para que Lizzie se aburriera en clase. Lizzie era sumamente curiosa y había una multitud de cosas nuevas que la hacían maravillarse día tras día como las clases de francés, de música, de religión, de manualidades, de geografía, los debates de lectura y matemáticas, pasar al pizarrón, los recreos, ir a la hermosa capilla, la gruta de la Inmaculada Concepción en el área de pre-escolar, la pequeña cantina donde se compraba todos los días una galleta forrada en papel metálico brillante de colores cubierta de chocolate, llamada chocolatina. Pero nada, nada la llenaba mas, como la gran cantidad de nuevas amiguitas, caminar por los majestuosos pasillos, y las amadas monjas, que sin saberlo aún, pasarían a formar parte central de su vida; una vida plena de educación Tarbesiana.

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