Tuesday, January 6, 2015

Paz Invernal

Estaba en el centro de la ciudad en una hermosa mañana de invierno. Los ventanales del edificio donde me encontraba eran amplios y permitían detallar la fascinante arquitectura de los rascacielos.

El azul del cielo era de esos azules límpidos, claros y brillantes, indicando un día seco y frio. Con la excepción del resplandor de la bóveda cerúlea, los colores brillaban por su ausencia. Era esa estación del año donde los marrones dominan el paisaje.

Entre la poca naturaleza que podía observar en medio del concreto, se encontraban una multitud de árboles dormidos con sus hermosas ramas desnudas. Allí estaban ellos, firmes, alineados en las aceras disfrutando su dormitar, esperando tal vez que en un par de meses sus hojas volvieran a crecer para dar inicio a una nueva vida y un nuevo ciclo. La larga fila se perdía de vista, y uno por uno se iban haciendo cada vez mas pequeños a medida que se alejaban de mi punto de referencia.

Algunas de las edificaciones tenían jardineras con plantas, que con su verdor, burlaban el invierno y podrían hacer creer a cualquier transeúnte que la estación era alguna otra permitiendo una frondosa vegetación.

Una gaviota que se encontraba en el sobretecho del primer piso del edificio donde yo estaba, detallaba curiosa de un lado a otro sus alrededores. Otra gaviota estaba sentada en el techo del corredor que iba al edificio contiguo. Otra planeaba en semicírculos a lo lejos. Me hizo recordar que a pocos kilómetros de distancia estaba la bahía que tanto atraía a estas bellas aves. Cuando me alejé del ventanal escuché el canto de los gaviotas y no pude sino sonreir. El canto de los pájaros en general es uno de mis sonidos favoritos, pero entre todos, el de las gaviotas en particular, es mi sonido predilecto.

A pesar del ruido y tráfico de los carros, la escasa pero serena naturaleza transmitía esa tranquilidad, paz y sosiego que solo el invierno inspira en el alma.

- Urrutia Del Palmar

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