Una chicuela despeinada y con ojitos de sueño salió de su cuarto y vio a su mamá. Julieta la vio, entró en razón, y se dio cuenta de que se estaban quemando las galletas. Corrió hacia la cocina, apartó un poco el humo y sacó la idea de galletas del horno. A este punto, no eran más que siluetas negras sin forma descifrable.
Julieta abrió la ventana para airear la casa y levantó a la chicuela en sus brazos. Prendió la radio y empezó a bailar con su niña al ritmo de Noche de Paz. Nunca pensó poder amar a alguien como amaba a esta pequeña, y sonrió una sonrisa triste pensando en todo lo ocurrido. Esta era su primera Navidad solas, pero la tenía a ella, y eso era suficiente. Esta criaturita hacía que todo valiera la pena y se propuso regresar a la cocina a hacer las galletas más hermosas que jamás había hecho para su chiquita.
La niña se había quedado dormida en los brazos de Julieta, y ella la acostó de nuevo, pero esta vez en el sofá de la sala para poder verla mientras horneaba otro rato. Se veía angelical arropadita y bajo la luz de árbol. Era luna llena, y con el frío que entraba por la ventana abierta, entraba también una hermosa luz blanca que le daba paz al ambiente.
Julieta preparó otro lote de galletas mientras veia a su chiquita y se recordaba a si misma lo afortunada que era de tener en su día favorito a una pequeña tan perfecta y hermosa.
-Vita Armador
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